-----LOS SANTOS DE FRANCISCO-----

LOS SANTOS DE FRANCISCO

Presentación

Ofrecemos al lector este libro sencillo e importante al mismo tiempo, pues lo que es decisivo –y de valor definitivo, ¡eterno!- en la vida es lo que seamos ante Dios.

Una cuestión a realizar bella y atractiva, pero sumamente compleja y llena de obstáculos. Por una parte, Dios hace todo lo posible para santificarnos. En primer lugar nos ha creado por amor. ¡Y nos ha redimido por un amor sin medida, ¡excesivo!, han dicho algunos santos, considerando la pobreza y pequeñísima entrega que hacemos los humanos de nosotros a Dios, de quien hemos recibido todos los bienes. ¡Y sin el que no somos, ni podemos entendernos!... ¡Mucho menos realizar nuestras vidas de un modo cabal!...

Y, puesto que Dios quiere santificarnos y salvarnos –dos términos estrecha e íntimamente ligados entre sí, pues Él nos santifica para que alcancemos la vida eterna-, el Padre Celestial envió a su único Hijo, que se encarnó en el seno de María siempre virgen, para realizar la obra de nuestra redención sobre el madero de la Cruz, y así alcanzar el perdón de nuestros pecados y reconciliarnos con la Trinidad Santísima.

Fruto de su obra redentora fue el envío del Espíritu Santo en Pentecostés, a fin de perdonarnos y otorgarnos la gracia de la filiación divina, por la que somos semejantes al Hijo Encarnado, Cristo Jesús.

Y, con ese mismo fin, de santificarnos para luego introducirnos en la vida del Cielo, constituyó a su Esposa mística, la Santa Iglesia de Dios, a la que hemos sido incorporados por el Bautismo. Y en su seno recibimos los sacramentos, la Sagrada Escritura y toda gracia.

Atendiendo al título de este libro, Los santos de Francisco, si algo está claro es que no son suyos. Son de Jesucristo, por la virtud del Espíritu Santo y gloria del Padre. Francisco –lo sabe bien- es tan solo el instrumento querido por Dios para enriquecer a la Iglesia de Cristo con nuevos beatos y santos, ¡los mejores hijos de la Iglesia!, dijo en cierta ocasión san Pablo VI.

Si algo hemos tratado de hacer preparando este libro es recoger esta nueva pléyade de santos, para mostrarlos, unidos al Papa, al pueblo de Dios. Sabiendo de ellos, podremos despertar –con la gracia del Paráclito- altos y densos deseos de santidad, fin y meta para la que el Señor llevó a cabo la obra redentora, que culminó en Pentecostés. La voluntad de Dios, a este respecto es clara y definitiva, tal como enseñó el Maestro y Salvador de la humanidad: Sed santos como vuestro Padre es Santo (Mt 5,48).

Vivió la inquietud del amor. Las lágrimas que vertió por él su madre, santa Mónica