Los Tesoros del Rosario

Presentación

Historia del Rosario

    Hasta hace poco se consideraba popularmente que fue el español santo Domingo de Guzmán quien había fundado el Rosario. Tanto había destacado este santo en el amor a la Madre de Dios y tanto brillaron los dominicos en la difusión del Rosario que se llegó a pensar que fue santo Domingo quien dio origen a esta devoción mariana. El dominico André Duval trató del origen del mismo en el Dictionnaire de Spiritualité, Ascetique et Mystique.

Primeros pasos en la formación del Rosario

    En un primer momento, se comenzó haciendo presentes las palabras de la salutación angélica a María: Ave María, llena eres de gracia. Luego se introdujo la costumbre de reiterar esas palabras a modo de letanía, invocando a la Madre de Dios. Y se comenzó a recitar el Salterio, libro que recoge los Salmos del Antiguo Testamento, que son el medio más idóneo para dirigirse a Dios en espíritu de oración y expresar los diversos estados del alma cristiana en su caminar hacia la unión con el Esposo.

    Los Salmos se recitaban en latín. Pero llegó un momento –cuando el uso del latín decayó y surgieron las lenguas romances- en que la mayor parte del pueblo no lo conocía ni acertaba a expresarse en dicha lengua. Como la liturgia de la Iglesia siguiera expresándose en latín, el pueblo llano optó por reiterar las oraciones que conocía: el Padrenuestro y el Avemaría. En las misas de sufragios por los difuntos, o en la penitencia impuesta a los pecadores de rezar los ciento cincuenta salmos, como los iletrados no sabían la lengua latina se introdujo la costumbre de suplir dicho rezo recitando por cada uno de los salmos un Padrenuestro.

    Como este modo de rezar exigiera cierto esfuerzo, se introdujo el oficio del Paternostrero, que tenía como función llevar la cuenta. Con este fin se servían de una cuerdecita, con bolitas o nudos, quizá a resultas del influjo del islán. En cuanto a la división entre partes (conforme a los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos) se comenta que quizá surgió por el influjo de san Agustín en la vida de la Iglesia. El santo obispo dividió el rezo de los 150 salmos en tres partes, conforme a tres estadios de desarrollo de la vida cristiana: conversión o penitencia, gracia y gloria.

    Existe un manuscrito de 1501 (del dominico Juan de Mailly que habla de la práctica del Rosario. Su rezo se habría iniciado entre los benedictinos, cuajando y perfeccionándose gracias a los dominicos. En la Biblioteca de Berna se conserva un manuscrito de 1243 que emplea la expresión «psalterium beatae Mariae», consistente en el rezo de 150 Avemarías, divididas en tres cincuentenas, acostumbrando también rezar el Gloria al Padre... En torno al siglo XIII este modo de orar a María se hallaba extendido por numerosas regiones y ciudades de Europa, recibiendo diversos nombres. Lo rezaban los cistercienses de Colonia. El término Rosario quizá traiga su origen de la flor de la rosa: con ella, a modo de rosa, los fieles desean obsequiar a María, Madre de Dios y Madre de los cristianos.

    Los cartujos también contribuyeron en la formación del Rosario. A las palabras de la salutación angélica a María, además de otras palabras dirigidas a la Madre de Dios por su prima santa Isabel, añadieron algunas cláusulas con las que terminaba la oración. Además del nombre del Señor, Jesús, añadieron ciertas palabras que daban razón del misterio que se rezaba. Así, por ejemplo: Jesús, que se encarnó en tu vientre, a quien diste a luz, que murió en la cruz, que resucitó, etc. Así, el cartujo Adolfo de Essen se esforzó para que el nombre del Salvador Jesús estuviera más presente en el rezo. También el cartujo Domingo de Prusia tuvo la originalidad de dividir la vida del Señor en 50 elementos, en diversas serias, que terminaban con 50 cláusulas distintas. Y entre 1435 y 1445 Domingo de Prusia propuso a sus hermanos de Bélgica que dividieran el rezo en tres partes, conforme a los evangelios de la infancia, de la vida pública y de la pasión del Señor. Por aquellos años, el rezo del Rosario –que ya se llamaba así- estaba muy extendido, principalmente por las cartujas de la región renano-flamenca.

    En tiempos de santo Domingo de Guzmán, entre sus primeros discípulos, se recogen elementos que nos invitan a considerar la actual estructura del Rosario. Así, por ejemplo, fray Romeo de Leyva acostumbraba rezar multitud de veces la salutación angélica. Humberto de Románs, el cuarto sucesor de santo Domingo al frente de la Orden, aconsejaba a quien deseara identificarse con el espíritu de la misma que meditara los misterios del Rosario, rezando repetidas veces el Padrenuestro y el Avemaría.

    En un incunable de 1479, un benedictino de Lieja, Adrián de Oudenbosch testimonia el rezo del Rosario, compuesto por 50 Avemarías. También habla del Salterio de María compuesto de 150 Avemarías. Hacia 1430, también testimonia este rezo un cartujo de Tréveris, componiendo una cláusula para cada Avemaría. Él mismo aconsejó este rezo a otras personas y así se fue extendiendo por toda la región de Flandes y Holanda.

La cofradía del Rosario

    El dominico Alain de la Roche o Alano de Rupe, devoto propagador del rezo del Rosario, es conocido como el fundador de la Cofradía del Rosario. Gran parte de sus energías, como profesor y predicador las dedicó a promover la devoción a la Madre de Dios por medio del Rosario. Justamente, el día siguiente a su muerte (7 de diciembre de 1475), fue instituida en Colonia la primera Cofradía del Rosario. La iniciativa fue del prior Jacobo Sprenger, que falleció en 1495. Pertenecer a la Cofradía suponía el compromiso de la oración y divulgación de la oración. Pronto quienes rezaban a María se sintieron poderosamente ayudados por la intercesión de la Madre de Dios. Beneficios que culminaron con la victoria en la batalla de Lepanto (1571). Enseguida la Cofradía del Rosario se extendió por toda Italia, obteniendo el favor de los Papas y las bendiciones de la Iglesia. Desde el comienzo fueron puestas bajo la tutela de la Orden Dominicana, hasta el punto que los dominicos reconocen el Rosario como parte integrante de su patrimonio espiritual. El Papa Alejandro VI, en un documento fechado el 13 de junio de 1495 para las Cofradías, es el primero que menciona a santo Domingo como predicador de esta Cofradía.

    Gregorio XIII, por la bula fechada el 1 de abril de 1573 instituyó la fiesta litúrgica de Nuestra Señora la Virgen del Rosario, cambiando el título a la misma fiesta, llamada antes Nuestra Señora de la Victoria. Fiesta establecida un año antes por san Pío V para agradecer a la Madre de Dios la victoria lograda sobre los turcos en la batalla de Lepanto, que preservó de la invasión a la cristiandad. Luego, dicha fiesta pasó al 7 de octubre, celebrándose el primer domingo del mes a raíz de la reforma litúrgica del concilio Vaticano II. El mismo Papa Gregorio XIII otorgó abundantes indulgencias, enriqueciendo con gracias espirituales a las Cofradías del Rosario, lo cual da razón de su rápida extensión en Italia, España y Portugal.

    El modo de rezar el Rosario no consiste sólo en recitar las oraciones vocales, sino que el fin propio del mismo es meditar los misterios de la vida del Señor y de la Virgen, a fin de que el creyente se identifique lo más perfectamente posible con los sentimientos del Señor, y adquiera sus virtudes. Desde los comienzos de su historia, el Rosario ha sido una oración que se ha rezado tanto en privado como en público, a modo de oración personal o comunitaria. Así, por ejemplo, es típico y tradicional su rezo en la Parroquia, también en familia...

PREÁMBULO

    Hemos de reconocer que la práctica del rezo Rosario, en los últimos decenios, ha perdido cierto vigor en la Iglesia. Son muchos los lugares, en los que más se constata el azote de la secularización y la pérdida de los valores religiosos, donde el rezo del Rosario ha bajado notablemente. Sin más, una mujer mayor, que desde su juventud lo había rezado con gran fervor y convicción personal, de cierta región de España -no importa desvelar su nombre: Cataluña-, hace pocos meses comentaba a un familiar mío, que “ya no reza el Rosario, porque es algo que ha pasado de moda”... Este familiar, persona sencilla y de pocas letras, comparada con su interlocutora, tras el asombro inicial por el comentario, respondió que “nada de eso, precisamente ahora es cuando el Papa Juan Pablo II ha establecido el rezo de otros cinco misterios”. Los llamados luminosos, completando así la corona del Rosario con los misterios tradicionalmente rezados: gozosos, dolorosos y gloriosos.

    En efecto, Su Santidad Juan Pablo II, por la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae (16-10-2002) instituyó el rezo de esos cinco misterios. De este modo, el Santo Padre, una vez más, ha sorprendido al mundo católico. En esta ocasión -todo hay que decirlo-, su decisión ha parecido a la mayor parte de los católicos, especialmente a aquellos que tratan de vivir una vida espiritual fervorosa y vibrante, algo muy acertado y plausible. De ahí que, la decisión pontificia se haya recibido con tanto regocijo y alegría. Y si algo está claro es que el rezo del Rosario, lejos de perder valor o actualidad, es algo que quiere el cielo -especialmente Santa María, la Madre de Dios, pues, como bien es sabido de todos, el rezo del Rosario es su oración predilecta-. Y, si el Papa ha actuado así, ¡cómo será bendecido y premiado en la vida eterna!... A este propósito recuerdo el testimonio del Bartolomé Longo, gran apóstol del Rosario en Italia, que dijo: «¡Quien propaga el Rosario se salva!» .

    De este modo, una vez más, comprendemos que los criterios que configuran los rasgos principales de la vida cristiana no están a merced del dictado de las gentes, o del gusto de “grupos selectos” -por así decir de algún modo- que valoran las cosas de Dios conforme a pautas sociales o estados de opinión pública. De todos modos, ciertamente, hemos de reconocer que se ha perdido en gran parte el rezo del Rosario. El tiempo que los cristianos empleaban antes en ello, o el que dedicaban las familias cristianas a su rezo en común, o la estima que merecía a muchos agentes de pastoral (piénsese en sacerdotes y religiosos, por ejemplo)... ahora se dedica a ver la televisión o hacer deporte... Cosas que no son malas, sino todo lo contrario. No obstante, todo debe hacerse de un modo justo y proporcionado. Pues de lo que no hay duda -constituye una dato preocupante- es que el español medio dedica al menos tres horas de su jornada a ver la televisión... ¿Y no hay tiempo para orar, para comunicarse con el cielo, a fin de comprender mejor -y luego llevarlas a cabo- esas cosas de la tierra, que tantos nos preocupan e inquietan en ocasiones?...

    Pero, evitando polémicas y disputas estériles, si algo podemos afirmar, con toda seguridad, es que la Iglesia quiere que se rece el Rosario. Por esto mismo, en nuestros días, no han faltado santos profundamente enamorados de María y difusores del rezo del Rosario. San Josemaría Escrivá de Balaguer es uno de ellos. Así lo vivió y enseñó. Buena prueba son sus palabras, registradas en uno de sus libros: «Santo Rosario. —Los gozos, los dolores y las glorias de la vida de la Virgen tejen una corona de alabanzas, que repiten ininterrumpidamente los Ángeles y los Santos del Cielo..., y quienes aman a nuestra Madre aquí en la tierra. —Practica a diario esta devoción santa, y difúndela» (Forja, n. 621).

    Y los últimos Pontífices de la Iglesia también han aconsejado, fervientemente, su rezo y difusión. Entre ellos el beato Papa Juan XXIII. Y el siervo de Dios Pablo VI, especialmente en sus documentos marianos: sobre todo en la Encíclica Marialis cultus. Igualmente, de lo que no cabe duda, Juan Pablo II ha tratado de ello “por activa y pasiva”.

    Como todos sabemos, el Papa actual es un papa mariano. No en vano tomó como lema del pontificado su lema episcopal: Totus tuus, en sintonía con las enseñanzas de san Luis maría Grignion de Montfort que, enseñando la perfecta devoción a la Madre de Dios, aconsejó vivamente realizar la esclavitud a Jesús por medio de María . A lo largo de su pontificado, son innumerables los actos y celebraciones marianas. Atención a María Santísima que culminó en su Encíclica Redemptoris Mater» (25-3-1987). Otro momento estelar de su pontificado, cuando reconoció que la Virgen María fue la que preservó su vida de la muerte, a raíz del atentado sufrido en la Plaza de san Pedro (13-5-1981); protección que agradeció públicamente a María engarzando la bala que le hirió en la corona de Nuestra Señora de Fátima. Y luego consagró Rusia, y el mundo entero, al Inmaculado Corazón de María, tal como lo había pedido la Virgen a los tres pastorcillos de Portugal. Y, últimamente, nos obsequió con la publicación de la Carta apostólica antes mencionada, declarando abierta la celebración del año del Rosario.En definitiva, con este querer fomentar el amor a María, por medio del rezo del Rosario, la Iglesia no pretende otra cosa que llevarnos a contemplar el rostro de Cristo por medio de la mano de María. Así como cuando nació el Salvador en Belén, tanto los pastorcillos como los Reyes Magos, encontraron a Jesús en brazos de María, así hoy los cristianos -y la humanidad entera- están llamados a redescubrir al Señor contemplando el dulce rostro de su Madre.

    Tarea ésta de la máxima importancia, dado que la Iglesia está empeñada en realizar ese crucial desafío pastoral: la nueva evangelización. Ésta no será realizable si no es de la mano de María, cual Estrella de los mares y Madre de los cristianos y de los evangelizadores de todos los tiempos. Así es como se podrá construir la civilización del amor y de la vida. Y así es como Dios bendecirá con el don de la paz a este mundo nuestro tan atormentado, y afligido, por tantos sufrimientos e injusticias.

    Que nadie se excuse, pues, para no rezar el santo Rosario, pretextando que es una oración obsoleta, algo que no tiene valor para nuestro tiempo. Menos aún que se pretexte rezarlo so pena de restar protagonismo a Cristo, nuestro Señor y Salvador. Él, en efecto, es nuestro único Redentor y Mediador ante el Padre. Pero no se piense que la intercesión y mediación de María vaya en menoscabo o perjuicio del protagonismo único e irrepetible reservado al Señor. No, María no actúa en solitario. María existe y actúa unida a Dios su Señor, y en cuanto servidora de la salvación de los hombres. La mediación e intercesión de María no se realiza al margen de su hijo, sino en unión con Él y subordinada al mismo, pues nuestra Madre no tuvo -ni tiene ni tendrá- otro fin en su vida que ser de Dios y servir a su gloria y a la salvación de sus hijos. Esta es la experiencia de vida común a tantos hombres y mujeres que, a lo largo de los siglos, han amado intensamente a nuestra Señora: ¡Ella nos lleva a Dios!... ¡Ella sólo vive y sirve con este fin!...

    Igualmente, que nadie se excuse rezar el Rosario arguyendo que es una oración monótona y reiterativa, que reduce a las personas a una especie de “máquina”, repitiendo siempre -sin alma y sin vida- las mismas palabras, iguales fórmulas... Quien pensara así manifestaría padecer un gran error, pues si bien es verdad que el Rosario es oración vocal, también es verdad que es -debe serlo- oración contemplativa. Con el enunciado de los misterios que se rezan, el alma está llamada a elevarse a Dios, para así revivir los principales misterios de la vida del Señor y de la Señora. Haciéndolo, el orante no se cansa ni aburre, pues al tiempo que se une con fe viva, amor ardiente y esperanza firme al objeto y misterios principales de nuestra fe, va reviviendo las escenas evangélicas, que confieren sentido y profundidad a la vida del cristiano. Por eso, no en vano se ha dicho que por medio del Rosario revivimos la vida del Señor, contemplamos su amor por los hombres y damos gloria a la Trinidad Beatísima.

    De este modo se comprende la verdad: El rezo del Rosario no es oración meramente mariana, sino cristológica y trinitaria. Además, se reza en la Iglesia y en favor de la Iglesia. Y así constituye un acto de inmenso amor a los hombres y a la entera humanidad, en orden a su salvación en Cristo. Por otra parte, el rezo del Rosario nos lleva a vivir con mayor provecho espiritual, y mayor riqueza de contenidos la vivencia y práctica de los sacramentos, que instituyó el Señor y que la Iglesia nos brinda sin cesar, en orden a nuestra santificación y salvación.

    Por esto, el Rosario, además de ser ejercicio de amor a Dios y de caridad para con los hermanos, confiere una dimensión netamente apostólica a la vida cristiana. E incluso nos proyecta hacia las realidades escatológicas, como culmen y meta de la vida cristiana. Así, contemplando el Rosario, pregustamos ya las realidades con que Dios bendecirá a los justos en el Reino de los cielos.

    En definitiva, el rezo del Rosario constituye un filón inagotable de oración y de contemplación cristiana, que ayuda eficazmente a vivir la vocación a la santidad. Llamada a la que nos invita Cristo y su Iglesia. Muchos son los contenidos y riquezas del Rosario. ¡Cada uno está llamado, e invitado, a descubrirlos e incorporarlos a su vida en orden a hacerlos propios, y así enriquecerse con la gracia de Dios!

ÍNDICE

  • Historia del Rosario
  • PREÁMBULO
  • SANTO ROSARIO
  • Por la señal de la Santa Cruz
  • Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos,
  • líbranos, Señor, Dios nuestro.
  • En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
  • Señor mío Jesucristo
  • Señor mío Jesucristo,
  • Dios y Hombre verdadero,
  • Creador, Padre y Redentor mío;
  • por ser Vos quien sois,
  • por vuestra bondad infinita,
  • y porque os amo sobre todas las cosas,
  • me pesa de todo corazón haberos ofendido,
  • y también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
  • Ayudado de vuestra divina gracia,
  • propongo firmemente nunca más pecar,
  • confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta.
  • Amén.
  • REZO DE LOS MISTERIOS DEL ROSARIO
  • Al comenzar el rezo de cada misterio, según corresponda el día, una vez enunciado el respectivo misterio, se comienza rezando:
  • Padre nuestro...
  • Padre nuestro,
  • que estás en el cielo,
  • santificado sea tu nombre,
  • venga a nosotros tu Reino;
  • hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.
  • El pan nuestro de cada día, danos hoy;
  • perdona nuestras ofensas,
  • como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
  • no nos dejes caer en la tentación.
  • Y líbranos del mal.
  • Amén.
  • *********
  • Luego sigue el rezo de diez avemarías por cada misterio.
  • Avemaría...
  • Dios te salve, María;
  • llena eres de gracia;
  • el Señor es contigo;
  • bendita tú eres entre todas las mujeres,
  • y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
  • Santa María, Madre de Dios,
  • ruega por nosotros pecadores,
  • ahora y en la hora de nuestra muerte.
  • Amén.
  • *********
  • Después de cada misterio se reza:
  • Gloria al Padre...
  • Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
  • como era en el principio, ahora y por siempre,
  • por los siglos de los siglos. Amén.
  • María, Madre de gracia...
  • María, Madre de gracia,
  • Madre de piedad y Madre de misericordia,
  • defiéndenos de nuestros enemigos
  • y ampáranos ahora y en la hora de nuestra muerte.
  • Amén.
  • CONTEMPLACIÓN DE LOS MISTERIOS DEL ROSARIO
  • MISTERIOS GOZOSOS
  • (Se rezan lunes y sábados)
  • 1º La Encarnación del Hijo de Dios.
  • 2º La Visitación de nuestra Señora a su prima santa Isabel.
  • 3º El Nacimiento del Hijo de Dios en Belén.
  • 4º La Presentación del Niño y la Purificación de nuestra Señora.
  • 5º El Niño perdido y hallado en el Templo.
  • MISTERIOS LUMINOSOS
  • (Se rezan los jueves)
  • 1º Bautismo del Señor en el Jordán.
  • 2º Autorrevelación del Señor en las bodas de Caná.
  • 3º Jesús anuncia el Reino de Dios invitando a la conversión.
  • 4º La Transfiguración del Señor en el monte Tabor.
  • 5º Jesús instituye la Sagrada Eucaristía.
  • MISTERIOS DOLOROSOS
  • (Se rezan martes y viernes)
  • 1º La Oración de Jesús en el Huerto de los Olivos.
  • 2º La Flagelación del Señor.
  • 3º La Coronación de espinas.
  • 4º Jesús lleva la Cruz a cuestas.
  • 5º Jesús muere en la Cruz.
  • MISTERIOS GLORIOSOS
  • (Se rezan Miércoles y domingos)
  • 1º La Resurrección del Señor.
  • 2º La Ascensión del Señor.
  • 3º La venida del Espíritu Santo.
  • 4º La Asunción de nuestra Señora.
  • 5º La Coronación de María Santísima.
  • Después de acabado el rezo de los cinco misterios correspondientes a cada parte del Rosario, se prosigue rezando:
  • Antes del rezo de las letanías
  • Dios te salve, María, Hija predilecta de Dios Padre, llena eres de gracia...
  • Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo, llena eres de gracia...
  • Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo, llena eres de gracia...
  • Dios te salve, María, Templo y Sagrario de la Santísima Trinidad, llena eres de gracia... Gloria al
  • Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...
  • Señor, ten piedad.
    • Se responde: Señor, ten piedad.
  • Cristo, ten piedad.
    • R. Cristo ten piedad.
  • Señor ten piedad.
    • R. Señor ten piedad.
  • Cristo, óyenos.
    • R. Cristo óyenos.
  • Cristo, escúchanos.
    • R. Cristo, escúchanos.
  • Dios Padre celestial,
    • R. ten misericordia de nosotros.
  • Dios Hijo, Redentor del mundo,
    • R. ten misericordia de nosotros.
  • Dios Espíritu Santo,
    • R. ten misericordia de nosotros.
  • Trinidad Santa, un solo Dios,
    • R. ten misericordia de nosotros.
  • Letanía lauretana
  • Santa María.
    • R. Ruega por nosotros.
  • (De igual modo se responde a cada una de las siguientes invocaciones)
  • Santa Madre de Dios.
  • Santa Virgen de las vírgenes.
  • Madre de Cristo.
  • Madre de la divina gracia.
  • Madre purísima.
  • Madre castísima.
  • Madre incorrupta.
  • Madre intacta.
  • Madre y Virgen.
  • Madre inmaculada.
  • Madre amable.
  • Madre admirable.
  • Madre del buen consejo.
  • Madre del Creador.
  • Madre del Salvador.
  • Madre de la Iglesia.
  • Virgen prudentísima.
  • Virgen digna de veneración.
  • Virgen digna de alabanza.
  • Virgen poderosa.
  • Virgen clemente.
  • Virgen acogedora.
  • Virgen fiel.
  • Espejo de justicia.
  • Ideal de santidad.
  • Morada de la Sabiduría.
  • Causa de nuestra alegría.
  • Vaso espiritual.
  • Vaso digno de honor.
  • Vaso insigne de devoción.
  • Rosa mística.
  • Fuerte como torre de David.
  • Hermosa como torre de marfil.
  • Casa de oro.
  • Arca de la nueva alianza.
  • Puerta del cielo.
  • Estrella de la mañana.
  • Salud de los enfermos.
  • Refugio de los pecadores.
  • Consuelo de los afligidos.
  • Auxilio de los cristianos.
  • Reina de los ángeles.
  • Reina de los patriarcas.
  • Reina de los profetas.
  • Reina de los apóstoles.
  • Reina de los mártires.
  • Reina de los confesores de la fe.
  • Reina de las vírgenes.
  • Reina de todos los santos.
  • Reina concebida sin pecado original.
  • Reina elevada al cielo.
  • Reina del santo rosario.
  • Reina de la familia.
  • Reina de la paz.
  • Oraciones conclusivas
  • Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
    • R. Perdónanos, Señor.
  • Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
    • R. Escúchanos, Señor.
  • Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
    • R. Ten misericordia de nosotros.
  • Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
    • R. para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
  • Oración:
  • Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas, para que los que por el anuncio del ángel hemos conocido la encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su pasión y cruz, seamos llevados a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
  • Precio 18,60 euros