DIALOGOS CON LA PALABRA PARA TIEMPOS DE MISIÓN

POR DIEGO MARTÍN PEÑAS

 

Presentación

Al abordar en este libro la cuestión del divorcio, afrontamos uno de los temas que mayor controversia social ha suscitado en los tiempos modernos, junto con el aborto.

Toda la persona es esencialmente anhelo de comunicación, pero, para entrar en contacto con la realidad que la circunda y con sus propios semejantes tiene la palabra como instrumento habitual.

Por la palabra estamos en éxodo hacia el encuentro con el “otro”. Con la palabra desvelamos los sentimientos, pensamientos, deseos…; es decir, nuestro misterio personal, nuestro mundo interior. La palabra tiene, además, la virtualidad de ser cauce de expresión de nuestra capacidad de amar. En ella transmitimos la propuesta de amar y ser amados que da sentido a nuestro ser. Por eso, cuando recibimos el don de la atracción por otra persona, se inicia un diálogo que nos acerca a ella y en él ponemos en juego nuestro conocimiento y nuestro amor. En palabras de Erich Fromm nos ejercitamos en “el arte de amar”.

 Todos tenemos experiencia de este itinerario que nos lleva a fraguar una verdadera amistad: andar junto al otro las travesías de la vida en un coloquio permanente que nos llevará a un conocimiento mutuo progresivo y a disfrutar de la concordia, de la unión de los corazones.

            Esta dinámica que está en la base de las relaciones personales también se da, de manera análoga, en nuestra relación con Dios. El Padre siempre ha querido vivir en comunión con sus hijos y ha estado siempre abriendo caminos de proximidad hacia nosotros, aunque nuestra respuesta, debido al pecado, rara vez haya buscado la simetría. A través de su Palabra ha salido a nuestro encuentro, ha querido que sepamos quién es y nos ha mostrado el amor que nos tiene, siempre de modo antecedente a nuestra respuesta: “Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad (cf. Ef 1, 9) mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina (cf. Ef 2, 18; 2 Pe 1, 4). En consecuencia, por esta revelación Dios invisible (cf. Col 1, 15; 1 Tim 1, 17) habla a los hombres como amigo, movido de su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía"[1].

Cuando alguien se encuentra con este acontecimiento se inicia una amistad que funda su existencia y que da respuesta a todas sus expectativas. “La Palabra divina nos introduce a cada uno en el coloquio con el Señor. Dios que nos habla nos enseña cómo podemos hablar con Él (...). Así la palabra que el hombre dirige a Dios se hace también Palabra de Dios, confirmando el carácter dialogal de toda la revelación cristiana, y toda la existencia del hombre se convierte en un diálogo con Dios que habla y escucha, que llama y mueve nuestra vida”[2].

            Buscar, escuchar, acoger y practicar la Palabra se presenta así como la principal tarea de la vida del creyente y como el primer paso indispensable para poder ejercer el apostolado. Jesús mismo tuvo como referencia imprescindible de su vida la Palabra de su Padre. Pasaba noches enteras escuchando el latido del corazón de Dios y acogiendo su Palabra para comunicar a los demás lo que de Él había recibido.

El auténtico creyente acude a orar con la Palabra para descubrir en ella la fuente de su ser y de su misión. “Por eso, nuestro tiempo ha de ser cada día más el de una nueva escucha de la Palabra de Dios y de una nueva evangelización (…). A imitación del gran Apóstol de los Gentiles, que fue transformado después de haber oído la voz del Señor, escuchemos también nosotros la divina Palabra, que siempre nos interpela personalmente aquí y ahora. Los Hechos de los Apóstoles nos dicen que el Espíritu Santo apartó a Pablo y a Bernabé para que predicaran y difundieran la Buena Nueva. Así también hoy el Espíritu Santo llama incesantemente a oyentes y anunciadores convencidos y persuasivos de la Palabra del Señor”[3].

            Desde esta experiencia de encuentro con Dios en la Sagrada Escritura presento estos “Diálogos con la Palabra para tiempos de misión”. Han surgido de momentos de encuentro con el Señor tenidos en retiros o ejercicios espirituales y en las reuniones semanales de los equipos de Estudio del Evangelio de la parroquia de San Pedro Apóstol de Ávila. Los ofrezco como ayuda fraterna para aquellos que anden buscando hoy “la Palabra de la vida que se nos ha revelado”.

Estos “Diálogos” han surgido de un modo determinado de acceder a la Palabra de Dios. Se trata del Estudio del Evangelio tal y como se practica en la familia espiritual de “El Prado”, siguiendo los pasos del sacerdote de Lyon Antonio Chevrier. Accedemos al Evangelio desde la convicción de la presencia de Jesucristo vivo en su Palabra, especialmente en los pequeños detalles de cada discurso o de cada acción.

En la vida de Nuestro Señor se encuentran la sabiduría y la luz. En sus detalles encontramos toda nuestra regla de conducta; encontramos la perfección de una enseñanza segura según Dios, pues Dios mismo se nos muestra en ellos.

Cuando uno pasa por una calle y ve una hermosa casa, la mira al pasar y dice: es una buena casa; no la ve más que por fuera, sin darse cuenta de todo lo que hay dentro, de la distribución, de la belleza, de las comodidades, etc. Se pasa, se mira, se comenta: es hermosa, y eso es todo; no se la utiliza. Pero si uno pasa adentro y visita cada piso, cada habitación, entonces puede admirar el orden, la belleza interior, la perfecta disposición.

Con el Evangelio sucede igual. Muchos le miran y comentan: ‘Es hermoso’. Pero no han pasado a dentro para examinar las bellezas interiores y no pueden servirse de él, disfrutarlo, utilizar las cosas que se encuentran en él.

Para conocer una casa hay que entrar en ella y utilizar las habitaciones que la componen. Para conocer el Evangelio, hay que entrar, ver los detalles y poner en práctica las cosas que encontramos en él; basta con que entremos un poco y conozcamos sus detalles para comprender inmediatamente lo bella, grande y perfecta que es esta casa. Verdaderamente es la casa de la sabiduría[4]”.

            He pretendido, desde el estudio de la Palabra de Dios, acercarme a algunos rasgos de la espiritualidad apostólica, que ha de encarnar en el momento presente todo aquel que sienta la llamada de Jesús a asociarse con Él en el anuncio de la Buena Noticia. La primera parte, “La oportunidad de la Nueva Evangelización”, es concebida como el marco en el que van a ir apareciendo  las distintas pinceladas que nos ofrecerán el perfil definido del apóstol de Jesucristo en nuestros días que, precisamente, es lo que quieren presentar los posteriores capítulos.  




[1] CONCILIO VATICANO II, Dei Verbum, 2.

[2] BENEDICTO XVI, Verbum Domini, 24.

[3] BENEDICTO XVI, Verbum Domini, 122.

[4] ANTONIO CHEVRIER, Escritos espirituales (Ávila, 1994)  36-37.

 

     
ÍNDICE GENERAL


Introducción

 

I. LA OPORTUNIDAD DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

 

II. HACER ACOPIO DEL AMOR DEL PADRE

1. El Padre ama al Hijo con un amor eterno

2. El Padre ama al Hijo con un amor entregado

                3. El Padre cuida amorosamente del Hijo

4. El Padre enseña al Hijo lo que ha de hacer y decir

5. Jesús introduce a sus discípulos en la experiencia del amor del Padre

 

III. GUSTAR LA TERNURA DEL CORAZÓN DEL PADRE

1. Con cuerdas de ternura, con lazos de amor los atraía (Os 11, 4)

2. Cuanto más los llamaba, más se apartaban de mí (Os 11, 2)

                3. La llevaré al desierto (2, 16a)

4. Le hablaré al corazón (2, 16b)

5. Me responderá como en los días de su juventud (Os 2, 17)

 

IV. DEJARSE CINCELAR Y CONDUCIR POR EL ESPÍRITU

                1. El Espíritu Santo configura al discípulo con Jesucristo

                2. El Espíritu suscita la fraternidad apostólica

3. El Espíritu Santo hace que la Iglesia continúe la acción misionera de Jesucristo

                4. Llamadas

 

V. ANUNCIAR FRATERNALMENTE EL EVANGELIO DE LA FRATERNIDAD

1. La Iglesia Madre de Jerusalén

                2. Las pequeñas fraternidades apostólicas

                              

3. Los hermanos de las distintas comunidades

4. Algunas ayudas ocasionales

 

VI. CARGAR CON EL PECADO DE LOS HERMANOS

                1. El misterio de la iniquidad

                2. Las consecuencias del pecado

                3. Jesucristo, instrumento de perdón


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