Encaramada en lo alto de un cerro desde el que se divisa una amplia superficie, la Ermita de la Virgen del Cortijo es el único testimonio que aún se mantiene vivo como recuerdo de la existencia de un antiguo poblamiento emplazado en ese mismo lugar. El edificio actual, sin embargo, es relativamente moderno, pues se trata de una construcción que fue rehecha por entero en el siglo XVI y que sufrió diferentes e importantes reformas con posterioridad.

    La portada de esta ermita es de medio punto y se abre al sur, en el penúltimo tramo; a los pies hay coro alto sobre madera con pilas toscanas como apoyo, y la casa del santero se adosa también por el lado sur a la cabecera configurando ambos volúmenes un conjunto unitario de particular encanto.

    De este recinto lo más sorprendente sin duda es un púlpito renacentista de piedra que se sitúa al lado del Evangelio, casi frente a la puerta de ingreso, y que se puede datar de 1.540. Sobre pie decorado con grutescos, luce planta hexagonal con las caras decoradas por finos relieves de San Esteban y los Cuatro Evangelistas, constituyendo una de las piezas más originales y elegantes de toda La Rioja. Si atendemos a algunos testimonios orales, parece ser que este púlpito procede de la ermita de San Vicente: una teoría que quedaría confirmada por toda esa serie de fisuras y grietas que aparecen en la base como síntoma inequívoco de que fue desmontado en un determinado momento, tal vez con intención de trasladarlo de lugar. Aunque tampoco habría que descartar la posibilidad de que fuera labrado expresamente para la antigua y desaparecida ermita de Nuestra Señora del Cortijo y reaprovechado luego en la actual por sus especiales valores.

    El retablo mayor, formado por un solo cuerpo de tres calles con columnas salomónicas de hojarasca y ático semicircular con estípites, se acomoda perfectamente a la configuración de la cabecera y actúa a la manera de pantalla que sirve para separar el camarín-sacristía del resto de la nave. Muchos son los detalles de su alzado que nos indican su origen riojabajeño, como muchas son también las herencias que recoge de la ribera navarra. Y es que no en vano su autor fue el arquitecto alfareño Juan Zapater Martínez, tan vinculado a los focos artísticos de Tudela y Peralta.

    La titular es en realidad una escultura romanista de la Virgen del Rosario tallada por el escultor arnedano Antonio de Zárraga, y su devoción está muy enraizada entre todos los murillenses. Las imágenes de San José, San Joaquín y Santa Ana que se distribuyen por el retablo son coetáneas de éste y están inspiradas en los modelos difundidos por Domingo Antonio de Elcaraeta y Mateo de Rubalcaba. Por el contrario, un pequeño Niño Jesús de la Bola que aquí tiene asiento es clasicista y corresponde a la primera mitad del siglo XVII.

    La policromía de este retablo es obra de Matías de Ollora en 1.745.

    Colgados de los muros de la nave hay cuatro lienzos clasicistas de la primera mitad del siglo XVII, todos ellos del mismo autor (posiblemente un artista perteneciente al foco de Logroño o Viana) que representan varios episodios de la vida de la Virgen: Asunción, Coronación, Natividad y Desposorios.

Textos y fotografías extraídas del libro !GUÍA HISTÓRICO-ARTÍSTICA MURILLO DE RÍO LEZA! autor José Manuel Ramírez Martínez

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