-----Personas ilustres-----

Eladio del Campo Íñiguez

José Manuel Ramíred Martínez

   Eladio del Campo Íñiguez

    Eladio del Campo Íñiguez estuvo unos 42 años impartiendo clases, por lo menos en 6 idiomas, en Tánger, Andorra, Montpellier y Marsella. En Francia le concedieron una condecoración académica de gran relieve.

    Venía en vacaciones a su pueblo, Murillo de Río Leza, donde donó el terreno para construir unas escuelas que llevan su nombre. De manera constante hacía donaciones a la iglesia del pueblo, y muchas más cosas encomiables.

    Falleció en Murillo el 27 de diciembre de 1978, a los 82 años de edad y fue enterrado en el cementerio de su pueblo.

    Como persona es ejemplar, digna de reconocer. Escribió el libro POEMAS, del cual extraemos 2 poesías que hacen referencia a su pueblo natal:

      MI RINCÓN AÑORADO

(Quand reverrai-je, hélas, de mon petit

Village – Fumer la cheminée…).

Joachim du Bellay

  •       Sueño siempre contigo, valle hermoso,

  •       Que con sus ondas fertiliza el Leza;

  •       Ya tu vega contemplo y su riqueza

  •       Y el vivir de tu gente bullicioso.

  •       Sobre ti luce un sol esplendoroso

  •       Que dora el magno templo donde reza

  •       Piadosa multitud, cuya entereza

  •       Es el signo de raza más precioso.

  •       Quien no ha visto tus viñas y olivares

  •       No conoce la gracia de tu tierra;

  •       Su recuerdo ilumina mis pensares.

  •       Ese llano, Murillo, en que te encierra

  •       El agua de tus ríos y hontanares,

  •       Para mí es lo más bello de la Tierra.

  • Marsella, 26 de Septiembre de 1962.

          EN EL HUERTO FAMILIAR

          (Evocación)

    Ilusión, mentira verdadera.

    Ilusión, suave y poderosa ilusión.

    Con tu bálsamo unge mi cabeza

    Y sé la levadura de mi razón.

    R. Pérez de Ayala

    •       Estos pobres gorriones ciudadanos

    •       Que van piando ateridos y hambrientos,

    •       Zarandeados por brutal cellisca,

    •       Remuévenme del alma los recuerdos

    •       Como el brizar vespertino remueve

    •       El agua acribillada de reflejos.

    •       Aquí acudía en mi añorada infancia;

    •       A esta tierra cuajada de ciruelos,

    •       De copas florecidas y vibrantes

    •       Bajo la pura bóveda del cielo.

    •       El amado recinto lleva un nombre

    •       Que los míos por siglos con afecto

    •       Han ido repitiendo; es el Sotillo,

    •       Sagrada huerta de nuestros abuelos.

    •       Cada terrón, cada tallo me dicen

    •       Su emoción, su secreto, sus ensueños.

    •       Conozco yo muy bien tu historia vieja,

    •       ¡Oh tronco carcomido de ciruelo!

    •       Tus airones de frondas y de prunas

    •       Cobijaron los nidos de jilgueros;

    •       Aún te estremeces con su evocación,

    •       ¡Oh tronco por los líquenes cubierto!

    •       Hospitalario; de unas avecillas

    •       La nidada acogiste en hondo hueco;

    •       Pusímosles el nombre delicioso

    •       De "primaveras"; siempre yo en acecho

    •       Asombrado observaba sus voraces

    •       Bocas y escrutadores ojos negros.

    •       Hora tras hora el hada de los pájaros

    •       Daba ropón de plumas a sus cuerpos,

    •       Mayor vigor a sus gargantas y ansias

    •       De liberarse del angosto encierro.

  •       El huerto, en la hora ardiente meridiana,

  •       Violos surgir temblorosos de anhelos

  •       Por lanzarse a los gozos de la vida.

  •       Brotaron los saludos placenteros;

  •       Destaparon las rosas sus esencias;

  •       Resonaron en los árboles gorjeos;

  •       Vibró el aire de estrépito de alas

  •       Y una parte de mí se fue con ellos,

  •       En un rincón, el laurel centenario,

  •       Fiel guardador de preciosos secretos,

  •       Espera año tras año, en mi retorno

  •       A revivir entrambos nuestros sueños.

  •       Al véspero, sus hojas auriverdes

  •       Son asaltadas de tropel parlero

  •       De pajarillos que ávidos se cuentan

  •       Las incidencias del vivir hodierno.

  •       Cuando el Domingo de Ramos llegaba,

  •       Tú nos brindabas tus ramos austeros

  •       Que, cargados de dulces y rosetas,

  •       Blandíamos triunfantes los chicuelos.

  •       ¿Qué te dicen tus huéspedes amados,

  •       Los verderones de los picos recios?

  •       ¡Cuántas veces oí su voz canora

  •       Y seguílos en brincos y revuelos

  •       Al perseguir insectos zumbadores,

  •       Sabroso cebo para sus polluelos!

  •       Sombras de los que fueron te rodean

  •       A ti, símbolo noble de lo eterno;

  •       Ya no veo matojos de agrazones,

  •       Ni se yerguen lozanos los renuevos

  •       De avellano; enlutados mirlos antes

  •       Celebraban en ellos sus misterios.

  •       ¿Emigraron los pardos ruiseñores?

  •       ¿No oiremos ya nunca el trino excelso

  •       Que, en la noche, se alzaba despertando

  •       En el alma sublimes sentimientos?

  •       ¿No se velaron con fúnebre manto

  •       El huerto, el río y el radiante cielo,

  •       Cuando extinguirse vieron lentamente

  •       La majestuosa copa del cerezo?

  •       Yo lo había plantado con mis manos,

  •       Con ilusión seguía el crecimiento

  •       De sus nacientes tallos; yo esperaba,

  •       Aflicto de interior desasosiego,

  •       La primera eclosión de sus botones

  •       Y la sazón de sus frutos bermejos.

  •       En él se daban cita las abejas,

  •       De zumbidos vibraba el albo cerco;

  •       Los golosos gorriones sometían

  •       Las túrgidas cerezas a saqueo.

  •       Cabe el rosal evocar me placía

  •       De la vida azarosa los recuerdos,

  •       El desfilar de los seres perdidos,

  •       Embeleso del alma y su tormento.

  •       ¡Rosas queridas, rosas perfumadas,

  •       Que manos adorables, leve el gesto,

  •       Iban entresacando, gloria fuisteis

  •       Del hogar amoroso y recoleto!

  •       ¿No seré yo ya sombra entre las sombras

  •       Que vagan misteriosas por el huerto?

  •       Estos pobres gorriones ciudadanos,

  •       De prisión angustiosa compañeros,

  •       Por las sutiles ondas de emoción

  •       Me han removido el fondo de lo eterno.

  • Marsella, 26 de Febrero de 1963.

       José Manuel Ramíred Martínez

        Quien mejor que él mismo para explicar su currículum, experiencias e investigaciones, aquí os dejo un enlace a su página personal, es muy interesante.

    Web, José Manuel Ramírez Martínez

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